LA SOLIDARIDAD EN LOS CRISTIANOS
Nadie puede
poner en duda que nos encontramos inmersos en una sociedad «caracterizada por
la difusión de una cultura contraria a la solidaridad, que en muchos casos
se configura como verdadera "cultura de muerte"» [1]. Sus estructuras hace mucho que vienen
siendo activamente promovidas por fuertes corrientes culturales, económicas y
políticas, portadoras de una concepción de la sociedad alejada de una visión
cristiana del ser humano, su dignidad, el sentido de su presencia en el mundo.
LA SOLIDARIDAD EN EL PLAN DE DIOS
El hombre,
por su misma naturaleza, es un ser social, y sin la relación con los demás no
puede ni vivir ni desarrollar sus propias cualidades». Esta es, efectivamente,
un dato de la experiencia cotidiana: nadie nace ni crece solo, nadie puede
desarrollar sus potencialidades humanas ni desplegarse como persona si no es
sobre el fundamento de su encuentro con Dios; y en el diálogo, en la madura
interrelación con otros seres humanos, en la mutua cooperación y
complementariedad. El verdadero encuentro hace fecundo al hombre, mientras que
el aislamiento lo empobrece y destruye.
Así lo
dispuso Dios, al crear a los hombres para la comunión, el diálogo y el encuentro.
Por ello, desde el inicio la solidaridad ha venido siendo
fundamental en las relaciones humanas: ayudándose mutuamente los unos a los
otros en las diversas empresas y tareas humanas, desarrollando
conjuntamente y cada cual sus particulares capacidades y talentos según el
amoroso proyecto divino, la gran familia humana sería constructora de
la civilización del amor querida por Dios para el ser humano.
- El fundamento de la
solidaridad es la comunión:
- La solidaridad es una
exigencia que brota del amor a Dios
- Solidaridad es poner al
servicio de los demás los dones recibidos
- El Señor Jesús nos ha
dado el ejemplo
- Solidaridad es ayudarse
mutuamente
- Ser solidarios con los
demás es ser solidarios con Cristo mismo.
- El amor compasivo mueve a
la eficaz acción solidaria
